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¿Separación de Poderes?: Cuatro Poderes, una Clase

1. Introducción: La Falsa Separación de Poderes

La separación de poderes no existe. Es una ficción funcional al capitalismo, diseñada para dar la ilusión de equilibrio cuando, en realidad, todas las instituciones del Estado responden a una misma lógica: la defensa del poder de la clase dominante.

Formulada por Montesquieu en El espíritu de las leyes (1748), la teoría de la separación de poderes divide el Estado en tres ramas: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Su propósito aparente es evitar la concentración del poder y garantizar el control mutuo entre ellos.

Sin embargo, esta división es una mentira ideológica. Aunque existen diferencias estructurales, en la práctica, los tres poderes (4 al incluir los medios de comunicación) están ocupados por individuos provenientes de las mismas élites sociales, económicas y políticas. El Estado no es un árbitro neutral: es el aparato de dominación de clase que administra la explotación del capital.

2. Ejecutivo y Legislativo: Dos Caras de la Misma Moneda

Las democracias liberales se presentan como sistemas donde la ciudadanía delega su voz en representantes que legislan en su nombre, mientras el Ejecutivo gobierna bajo su supervisión. Sin embargo, esta división es una ficción: ambos poderes responden a los mismos intereses de clase y están sujetos a condicionantes económicos que limitan su autonomía.

2.1 Un Parlamento de Élites para Gobernar a las Masas

  • El acceso al poder está, en lo fundamental, restringido a las élites. La mayoría de los legisladores provienen de sectores acomodados, con formación en derecho y economía, con largas carreras en los partidos y con conexiones con los poderes económicos y mediáticos.
  • Las contadísimas excepciones en las que esto no ocurre son “la excepción que confirma la regla”, es decir, la manera que el sistema tiene de protegerse.
  • El alto coste de la política impide la representación popular. La profesionalización de la política y la financiación de campañas electorales excluyen a la clase trabajadora.
  • En lo fundamental, la economía, no hay pluralidad ideológica real. Aunque existen múltiples partidos, la grandísima mayoría operan dentro de los límites impuestos por el capital. Las diferencias suelen ser matices dentro del mismo modelo (veáse socialdemócratas y populares).
  • La paridad de género es una trampa. No ha significado mayor representación de las mujeres trabajadoras, sino la integración de mujeres privilegiadas en las mismas estructuras de poder.

2.2 El Ejecutivo como Herramienta del Capital

El Ejecutivo, lejos de ser un ente autónomo, actúa como administrador directo del poder económico o, profundamente, limitado por este.

  • El gobierno es una extensión del poder empresarial.
  • Las puertas giratorias garantizan la lealtad al capital.
  • El capital financiero dicta las políticas. Cuando un gobierno intenta reformas progresistas, el mercado responde con fugas de capitales y ataques especulativos.

Ejemplo: La crisis de la deuda en Europa (2010-2015) mostró cómo los parlamentos nacionales fueron forzados a aprobar recortes sociales bajo la amenaza de intervención del FMI y el BCE. El capital no negocia: impone su voluntad.

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3. El Poder Judicial: La Ilusión de la Neutralidad y el Absolutismo Conservador

Uno de los grandes mitos del liberalismo es la supuesta imparcialidad del poder judicial. Se nos presenta a los jueces como figuras independientes que aplican la ley con neutralidad. Nada más lejos de la realidad.

3.1 Una Judicatura Endogámica y Conservadora

A diferencia del Ejecutivo y el Legislativo, que pueden cambiar, de cara a la galería, en función de elecciones, el poder judicial se mantiene estable, garantizando su carácter reaccionario.

  • Los jueces provienen de entornos privilegiados. Acceden a su cargo a través de estructuras elitistas y con valores tradicionales.
  • Bloquean cualquier reforma que cuestione el orden establecido. Las leyes progresistas en materia fiscal, laboral o social son sistemáticamente reinterpretadas, anuladas y rebajadas por los tribunales.

3.2 Caso de Estudio: Baltasar Garzón y la Persecución del Progresismo Judicial

El juez Baltasar Garzón fue inhabilitado en 2012 por el Tribunal Supremo español, acusado de prevaricación. Su verdadero “crimen” fue intentar investigar los crímenes del franquismo y destapar la corrupción del Partido Popular.

  • Intentó romper la impunidad del franquismo. Los tribunales le bloquearon con el argumento de la amnistía.
  • Atacó la corrupción del poder. Lideró la investigación de la trama Gürtel, lo que selló su destino.
  • Usó métodos que hoy son habituales. Autorizó escuchas que luego fueron usadas como excusa para su expulsión, mientras jueces conservadores siguen aplicando las mismas tácticas sin consecuencias.

Este caso es un ejemplo claro de cómo la justicia no es neutral. Funciona como un mecanismo de control político, asegurando la impunidad de las élites y castigando a quienes desafían el statu quo.

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Este caso resulta especialmente aberrante al compararlo con el trabajo sistemático de oposición política a través de la Justicia que está llevando a cabo la Judicatura Española contra los mínimamente progresistas gobiernos de España en los últimos años (PSOE-Podemos / PSOE-Sumar), con la persecución a Podemos (Caso Neurona), el espionaje a independentistas, la infiltración de Policías sin motivo en Organizaciones críticas con el Sistema, etc.

4. El Cuarto Poder: Medios de Comunicación y la Fábrica del Consenso

Los medios de comunicación no son un contrapeso al poder, sino parte de la misma estructura de dominación.

¿Quién Controla los Medios?
  • Las grandes corporaciones son dueñas de la información. La concentración mediática está en manos de oligopolios que responden a intereses económicos y políticos.
  • La prensa no informa, moldea la percepción pública. Legitiman la impunidad judicial y justifican políticas económicas favorables al capital.
  • El pluralismo es una farsa. Incluso los medios llamados «contrahegemónicos» operan dentro de los límites del sistema, legitimándolo con una pátina de diversidad. En cualquier caso, aunque los tomásemos por válidos la cantidad es, en comparación, tan ínfima y tan poco accesibles a las masas que no puede considerarse una batalla entre iguales.

5. ¿Qué puede hacer la izquierda si gobierna con este panorama?

Frente a un panorama donde el poder económico y estatal actúan como guardianes del sistema capitalista, la izquierda real no puede limitarse a administrar el statu quo. Gobernar no es simplemente gestionar el sistema, sino confrontarlo en todas sus formas. El Estado burgués protege los intereses de una élite y responde con violencia sistemática (económica, política, verbal, mediática, judicial y policial) a cualquier intento de transformación social.

Cuando la izquierda llega al poder, su principal desafío es enfrentar no solo a la maquinaria del Estado, sino también los ataques constantes de quienes buscan deslegitimarla. Estos ataques, orquestados por los medios y la clase dominante, tienen como objetivo dividir, confundir y desmoralizar a la base popular. Por eso, los individuos de izquierda deben blindarse mentalmente frente a estos intentos, pero también pasar a la ofensiva.

La izquierda debe desmantelar las narrativas del sistema y enfrentar las instituciones que perpetúan la desigualdad. Esto implica no solo resistir, sino atacar las estructuras del poder económico y judicial que protegen los intereses del capital. En este proceso, la izquierda no debe caer en la trampa de ver a la burguesía progresista como una aliada. Si bien algunas colaboraciones pueden ser necesarias en ciertos momentos, estas deben estar siempre marcadas por la conciencia de sus limitaciones.

En resumen, gobernar para la izquierda significa confrontar el sistema desde sus cimientos, deslegitimar las estructuras de poder y construir un nuevo modelo social que rompa con la opresión capitalista.

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