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El rentista, la pequeña burguesía

«Dos hermanos contra el mundo
El tendero, la pequeña burguesía
Violencia proletaria, apoyo mutuo
Comanchería, comanchería»

— Los Chikos del Maíz, Comanchería (2019)

En la sociedad capitalista, la “sacralización” de la propiedad privada permite que ciertos individuos se beneficien del trabajo ajeno sin producir nada, ya sea mediante la propiedad de los medios de producción o a través del rentismo inmobiliario.

Aunque el rentista pueda haber sido, o incluso sea actualmente, un trabajador asalariado y mantenga ciertas condiciones materiales propias de la clase trabajadora, el hecho de extraer valor a otros mediante el alquiler de un bien básico como la vivienda lo sitúa, ética y objetivamente, fuera del proletariado.

El alquiler no es una forma de trabajo, sino de apropiación de una necesidad vital a través de la propiedad privada. El rentista cobra por permitir el acceso a un espacio sin aportar trabajo ni generar valor nuevo, apropiándose de parte del salario de quien sí trabaja. Esta extracción de riqueza sin producción constituye una forma clásica de renta que, en términos marxistas, ubica al rentista dentro de la pequeña burguesía: una clase que, sin alcanzar la escala del capitalista industrial o financiero, se beneficia de las mismas lógicas de explotación.

Marx abordó directamente esta cuestión en su serie de artículos Sobre la cuestión de la vivienda (1872–1873), donde critica duramente las propuestas de Pierre-Joseph Proudhon. Frente a la idea proudhoniana de una supuesta igualdad entre propietario e inquilino, Marx deja claro que el alquiler es una forma de explotación derivada del régimen capitalista de propiedad:

“El trabajador paga al capitalista industrial una parte de la plusvalía bajo la forma de alquiler al propietario de la vivienda.”
— Karl Marx, Sobre la cuestión de la vivienda (1872–73)

En El Capital, Tomo III, Marx profundiza en esta lógica afirmando que:

“La renta del suelo aparece como una deducción del salario del trabajador. Es una parte de la ganancia que va a parar al terrateniente.”
— Karl Marx, El Capital, Tomo III

Y en el mismo volumen, refuerza el carácter parasitario del propietario inmobiliario dentro de la cadena de explotación:

“La renta del suelo y la del edificio constituyen partes de la ganancia, es decir, del trabajo no pagado, que el capitalista, el empresario, el comerciante, etc., tienen que ceder al propietario del suelo.”
— Karl Marx, El Capital, Tomo III

El alquiler de vivienda, como forma específica de esta renta, opera así como una transferencia sistemática de riqueza desde quienes trabajan hacia quienes simplemente poseen.

Por ello, aunque subjetivamente se considere a sí mismo como «trabajador» e incluso aunque admitamos que el rentismo es, en parte, una estrategia de defensa frente a la inseguridad generada por el propio capitalismo, los intereses materiales del rentista de vivienda se alinean con los de la burguesía: defensa de la propiedad privada, aumento del precio del suelo y resistencia a cualquier medida que limite su capacidad de extraer rentas. Comprender esta distinción es fundamental para construir una conciencia de clase verdaderamente emancipadora, que no justifique figuras que reproducen las mismas lógicas opresoras del capital.

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