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Proletario de Nacimiento: Alienación y Comunismo

Desde el momento en que nacemos, estamos inmersos en una sociedad que no nos brinda la posibilidad de vivir de manera autónoma. En el sistema en el que vivimos, un individuo por sí mismo no puede construir una vivienda en cualquier lugar que elija, ni crear un huerto para autoalimentarse sin la intervención de la estructura social. Dependemos de un sistema en el que el acceso a los recursos y a la producción de lo que necesitamos para sobrevivir está concentrado en manos de unos pocos.

Esto nos lleva a una conclusión clave: nuestra única herramienta para sobrevivir es nuestra fuerza de trabajo. En lugar de poseer los medios para producir lo que necesitamos, estamos obligados a vender nuestro trabajo a quienes controlan esos medios. Esta relación laboral no es igualitaria, ya que está fundada en la desigualdad. Quien tiene el control de los recursos y de los medios de producción está en una posición de ventaja, mientras que quien solo puede ofrecer su fuerza de trabajo se encuentra en una situación de desventaja.

La Alienación del Trabajador

Lo que ocurre en este contexto es algo más profundo que la simple desigualdad. La relación capitalista entre empleador y trabajador genera un fenómeno conocido como alienación. La alienación es el proceso por el cual el trabajador se desconecta de su propio trabajo, de los productos que crea y, en última instancia, de sí mismo. Esto ocurre porque el trabajador no controla el proceso de producción ni los productos que genera, ya que estos son apropiados por quien posee los medios de producción. El trabajo, entonces, deja de ser una actividad que el trabajador realiza para sí mismo o para su propio desarrollo, y pasa a ser una actividad impuesta, algo que hace simplemente para sobrevivir.

Este proceso de alienación tiene varias dimensiones:

  1. Alienación del Producto: El trabajador no es dueño del producto de su trabajo. El objeto que produce es tomado por el empleador, quien decide su uso y su valor en el mercado, dejando al trabajador sin una conexión real con lo que produce.
  2. Alienación del Proceso de Trabajo: El trabajador no tiene control sobre cómo se realiza su labor. Su jornada está determinada por otros, y su tarea suele ser fragmentada y repetitiva, lo que impide que el trabajador se desarrolle plenamente en su actividad.
    Además, el trabajador, al vender su fuerza laboral, no solo produce bienes para el mercado, sino que también trabaja para materializar los sueños y ambiciones de su empleador, mientras los propios quedan relegados a un segundo plano, limitados por las condiciones impuestas por la necesidad de subsistir.
  3. Alienación de la Comunidad: El trabajador, al estar separado de los medios de producción y al depender del salario, pierde el sentido de pertenencia a una comunidad productiva. La relación laboral se convierte en una relación impersonal y transaccional, donde la cooperación humana queda sustituida por la competencia y la necesidad de sobrevivir.
  4. Alienación de Sí Mismo: Finalmente, y quizás lo más grave, es que el trabajador se aliena de sí mismo. Al no tener control sobre su propio trabajo, se ve reducido a una mera herramienta dentro de un sistema que no tiene en cuenta sus necesidades humanas y sus deseos. Se ve a sí mismo únicamente como una fuerza de trabajo que debe vender para subsistir, perdiendo de vista su potencial completo como ser humano.

El Comunismo como Restauración de la Humanidad

El comunismo, en su núcleo filosófico-ontológico, puede interpretarse como la afirmación más completa de la humanidad en su capacidad de transformar el entorno mediante el trabajo. Esta capacidad, característica esencial del ser humano, se convierte en el fundamento de su libertad y creatividad. Sin embargo, cualquier sistema que limite o suprima esta capacidad, ya sea a través de la privatización de los medios de producción o de la subordinación de la fuerza de trabajo a la mera supervivencia, no solo oprime materialmente al ser humano, sino que también niega su esencia misma.

Desde esta perspectiva, la alienación que surge en los sistemas capitalistas, donde las personas pierden el control sobre los productos de su trabajo y sobre la decisión de cómo emplear su fuerza laboral, representa una fractura fundamental en la realización de lo humano. El comunismo, entonces, no es simplemente un proyecto económico o político, sino una apuesta por restaurar y preservar la plena humanidad, superando las barreras que impiden al individuo y a la colectividad desplegar su potencial emancipador en armonía con su entorno.

Desigualdad y Alienación: Un Ciclo Vicioso

La relación laboral, entonces, no solo refleja una desigualdad objetiva en la que uno está en una posición de ventaja y otro en desventaja. También crea un sistema que deshumaniza al trabajador, desconectándolo de su propia creatividad, de sus habilidades y de su capacidad de transformación personal. Al no tener acceso a los medios de producción, al estar subordinado a la voluntad del empleador y al verse limitado a una existencia de trabajo repetitivo y carente de significado, el trabajador está atrapado en una dinámica alienante.

Lo que ocurre, en última instancia, es que el sistema capitalista organiza las relaciones de trabajo de manera tal que, lejos de fomentar el desarrollo pleno del individuo, lo reduce a una mercancía más, cuyo valor depende únicamente de su capacidad para producir y vender su fuerza de trabajo. En este ciclo, no solo se perpetúa la desigualdad, sino que también se limita el potencial humano de la mayoría de la población, que se ve obligada a vender su tiempo y energía sin poder realmente proyectarse a sí misma.

En resumen, ser «proletario de nacimiento» implica mucho más que una simple condición económica. Es estar inmerso en un sistema que no solo te priva de los medios para vivir de manera autónoma, sino que también te aliena, despojándote de la conexión con tu propio trabajo y, en última instancia, con tu humanidad. Esta es la realidad de la relación laboral en el capitalismo, donde la estructura misma del sistema condena a la mayoría a una existencia limitada, mientras que solo unos pocos, los que controlan los medios de producción, pueden realmente desarrollar su potencial.

El comunismo, al restaurar el control de los medios de producción a la colectividad, tiene como objetivo eliminar la alienación y permitir que los seres humanos, como individuos y como comunidad, puedan ejercer su capacidad transformadora sin las restricciones impuestas por el sistema capitalista. En este proceso, la humanidad podrá recuperar su plena esencia, desarrollándose en armonía con su entorno y con su propio potencial emancipador.

Proletkult.

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