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La Paradoja de la Meritocracia: ¿Puede Existir un Sistema Basado en el Mérito?

Introducción: La Promesa de la Meritocracia

Nos han dicho que vivimos en una sociedad meritocrática, donde cada individuo puede ascender socialmente si se esfuerza lo suficiente. Según este relato, el éxito y el fracaso son consecuencia directa del mérito personal: quienes trabajan duro y son talentosos prosperan; quienes no, quedan rezagados.

Pero, ¿qué pasaría si tomáramos la meritocracia en serio? ¿Y si realmente creáramos una sociedad donde la posición social dependiera exclusivamente del mérito individual? Para responder a esta pregunta, lo primero que debemos hacer es definir qué entendemos por mérito.

1. ¿Qué es el mérito?

El Diccionario de la Real Academia Española define el mérito como «acción o cualidad de una persona que la hace digna de premio o de castigo» y «valor o importancia de alguien o algo». De manera general, podríamos definirlo como el reconocimiento que se da a un individuo por sus acciones, en función de su esfuerzo y capacidad individual.

Sin embargo, esta definición plantea varios problemas:

  1. El mérito no es absoluto
    • ¿Quién decide qué acciones son meritorias? En cada sociedad, la valoración del mérito depende de normas culturales, intereses económicos y estructuras de poder.
    • En el capitalismo, se reconoce más el mérito de un empresario que de un enfermero, aunque el segundo tenga un impacto social mucho más directo.
  2. El mérito no es solo esfuerzo y capacidad individual
    • Nadie nace en un vacío social. La educación, el entorno familiar, la salud y las oportunidades influyen en lo que una persona puede lograr.
    • Si el mérito depende del esfuerzo, ¿tiene más mérito el hijo de un obrero que accede a la universidad con dificultades o el hijo de un capitalista que estudia en una Universidad Privada del Extranjero con todo pagado?
  3. El reconocimiento del mérito no es justo
    • En la práctica, el acceso a mejores oportunidades (redes de contactos, prestigio, capital) determina más el éxito que el mérito real.
    • La fortuna inicial muchas veces vale más que cualquier esfuerzo posterior.

Si realmente queremos que el mérito sea el único factor que determine el éxito, entonces debemos eliminar todas las desigualdades de origen. Aquí comienza la paradoja: para que la meritocracia exista, primero debemos garantizar que todos partan del mismo punto.

2. Primer principio: Igualdad de condiciones desde el nacimiento

Si la sociedad fuera verdaderamente meritocrática, todas las personas deberían tener exactamente las mismas oportunidades desde su nacimiento. Esto implica:

  • Abolición de la herencia: Nadie debería recibir ventajas económicas por el simple hecho de nacer en una familia rica.
  • Educación universal y gratuita: Todos los niños deberían recibir la misma educación, con los mismos recursos y calidad.
  • Sistema de salud pública total: El acceso a la salud afecta directamente el rendimiento académico y laboral, por lo que debería ser un derecho garantizado.
  • Condiciones materiales iguales: Viviendas de calidad, alimentación suficiente y acceso a la cultura para todos.

Si alguien argumenta que la meritocracia puede existir sin estas condiciones, en realidad está defendiendo el derecho de algunos a tener ventajas heredadas, lo que contradice la idea de mérito puro.

Conclusión inesperada: Para que la meritocracia exista, debemos eliminar la propiedad privada hereditaria y garantizar la igualdad de condiciones iniciales. Es decir, lo que históricamente ha defendido el socialismo.

3. Segundo principio: Eliminación de interferencias no meritocráticas

Una vez que aseguramos la igualdad de condiciones iniciales, debemos evitar que factores ajenos al mérito influyan en la competencia social. Esto implica:

  • Prohibición de colegios privados y redes de contactos elitistas.
  • Acceso equitativo al trabajo: No más favoritismo por conexiones familiares o personales.
  • Eliminación de la acumulación de capital sin esfuerzo, es decir, sin trabajo: Nadie debería enriquecerse solo por poseer bienes o especular.

Si queremos una sociedad donde el mérito sea lo único que importe, debemos asegurarnos de que los medios de producción y distribución no estén en manos privadas.

Conclusión inesperada: La única forma de evitar que el dinero y las influencias decidan el destino de las personas es colectivizar los recursos y planificar democráticamente la economía. Es decir, otra vez, socialismo.

4. Tercer principio: Evaluación objetiva del mérito

Supongamos que hemos eliminado todas las desigualdades de origen y barreras económicas. Ahora debemos decidir cómo medir el mérito de cada persona:

  1. ¿Esfuerzo o resultados?
    • ¿Merece más reconocimiento alguien que trabaja 12 horas en condiciones difíciles o alguien que trabaja 4 horas pero con mayor impacto social?
    • Si el mérito depende del esfuerzo, ¿cómo medimos el esfuerzo real sin caer en subjetividades?
  2. ¿Quién decide qué es meritorio?
    • En el capitalismo, la riqueza es el criterio: quien gana más «merece» más.
    • En un sistema meritocrático real, el criterio debería ser la contribución al bienestar social.
  3. ¿Cómo garantizamos una recompensa justa?
    • Si el mérito es la base de la asignación de recursos, entonces nadie debería enriquecerse más allá de su aporte real a la sociedad.
    • ¿Cómo aseguramos que los trabajos esenciales (limpieza, salud, educación) sean justamente reconocidos y remunerados?
Conclusión inesperada: La única forma de distribuir los recursos según el mérito es organizar democráticamente la producción y garantizar que el beneficio social sea el criterio principal. En otras palabras, socialismo.

5. Conclusión: La Gran Paradoja

Hemos diseñado el sistema meritocrático perfecto.

  • Todos comienzan en igualdad de condiciones.
  • Nadie tiene ventajas por su origen.
  • Los recursos se asignan según la contribución real a la sociedad.

Pero en ningún momento hemos descrito una sociedad capitalista. Todo lo contrario: lo que hemos diseñado es un sistema socialista.

La paradoja es clara: la meritocracia, tal como se nos vende en el capitalismo, es una mentira. No es un sistema de ascenso basado en el mérito, sino una justificación ideológica para mantener desigualdades estructurales.

Si realmente quisiéramos que el mérito fuera el único factor de éxito, tendríamos que abolir el capitalismo.

Y eso, curiosamente, es lo que el socialismo ha propuesto desde el principio.

Proletkult.

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