Desde la caída del Muro de Berlín, la izquierda ha renunciado paulatinamente a su función histórica como vanguardia ideológica destinada a superar la explotación capitalista. Este abandono, que se ha traducido en la desatención de su papel como oposición de las estructuras reproductoras del capital, ha dado paso a posturas de concertación y reformismo socialdemócrata, e incluso socioliberal, y ha desviado su enfoque hacia una promoción de la autonomía individual. Si bien esta última es necesaria, resulta insuficiente para una transformación social de gran escala cuando se desliga de su relación con la lógica capitalista.
Este giro ha permitido que la extrema derecha ocupe los espacios de crítica, manipulando la percepción de las masas a través de narrativas que desplazan la atención del capital hacia conflictos entre los «últimos» y los «penúltimos», en una estrategia que fomenta guerras internas dentro de la Clase Trabajadora.

Es en este contexto que debemos rechazar la idea de que el ascenso de la extrema derecha requiere de la izquierda actuaciones de mínimos, las mismas que han contribuido a su resurgimiento.
Si consideramos que la extrema derecha ha ganado terreno en la subjetividad de una parte importante de la Clase Trabajadora durante las recientes crisis del capitalismo, la causa principal no es otra que el abandono por parte de la izquierda de su misión de señalar al capitalismo como la raíz de las desigualdades sociales. En lugar de liderar una crítica estructural al sistema, la izquierda ha optado por posiciones de concertación interclasista, diluyendo su mensaje y dejando espacio a que sea la extrema derecha quien capitalice el descontento de los trabajadores.
Este fenómeno responde a la falta de confrontación ideológica contra la propiedad privada de los medios de producción y la explotación inherente al sistema capitalista. Al renunciar a esa lucha, la izquierda ha permitido que el capital, aliado con la extrema derecha, distorsione la realidad y construya una narrativa favorable a sus intereses. El resultado: el cambio de paradigma en la subjetividad de los trabajadores, que ahora ven en la extrema derecha un referente de oposición, aunque ésta no sea más que un subproducto del capital en situación defensiva.
Sin embargo, este mismo contexto representa una oportunidad histórica para la izquierda. Si el fascismo y la extrema derecha surgen como una reacción del capital en momentos de crisis, entonces es precisamente ahora cuando debe intensificarse la presión contra el discurso capitalista. En lugar de ceder al miedo y replegarse, la izquierda debe redoblar sus esfuerzos para recuperar su papel de vanguardia y señalar la lógica del capital como la verdadera causante de las desigualdades y crisis que afectan a la sociedad.
La asunción de un papel de baja confrontación y mínimos, bajo la forma de frentes populares e intereses interclasistas, no solo repetiría los errores del pasado, sino que perpetuaría el debilitamiento de la izquierda. Si bien es importante evitar la disgregación interna y participar en coaliciones amplias, ello no puede realizarse a costa de renunciar al papel de la izquierda como fuerza transformadora. El simple mantenimiento de derechos democráticos, aunque esencial, no debe convertirse en el único objetivo de la izquierda, porque ello implica abandonar la lucha contra el sistema que genera la explotación.
La historia nos enseña que los momentos de mayor reacción del capital son también los que ofrecen mayores oportunidades para su confrontación. La extrema derecha, en tanto que producto del capital a la defensiva, no es más que una manifestación de su debilidad estructural. Por tanto, la respuesta no debe ser la contención pasiva, sino la ofensiva ideológica y política que devuelva a la izquierda su papel central como motor del cambio.
Es imperativo que la izquierda recupere su capacidad de articular una crítica global al capitalismo y señale a este como el verdadero culpable de las crisis que enfrentamos. Solo así podrá recuperar la confianza de las masas y revertir el avance de la extrema derecha. Más que un motivo para el repliegue, el ascenso de la extrema derecha debe verse como una oportunidad histórica para reorganizar las fuerzas contra el capital y retomar la lucha por una sociedad más justa e igualitaria.
¿Estamos dispuestos a convertir este momento crítico en un punto de inflexión o seguiremos cometiendo los mismos errores que han llevado a la izquierda a su estado actual? Este es el desafío que debemos enfrentar, y la historia no perdonará una nueva claudicación. Nos jugamos la Humanidad.