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La Larga Marcha: El Deber Histórico de la Lucha Comunista en un Mundo Fragmentado

En un mundo marcado por la opresión estructural, las luchas identitarias y las desigualdades económicas, los comunistas tenemos un deber histórico: no esperar el «momento propicio» para actuar, sino estar siempre presentes, en cada rincón de las luchas sociales, para ofrecer dirección y coherencia estratégica. El comunismo no es un objetivo aislado, es la superación integral de un sistema, el capitalismo, que organiza la realidad y la vida social de manera alienante, explotadora y desigual. Para alcanzar esa superación, es necesario integrar todas las luchas parciales en una conciencia colectiva que vea la raíz de todos los problemas: la propiedad privada de los medios de producción y las consecuencias estructurales que esta provoca.

La Fragmentación de las Luchas y la Necesidad de Reorientarlas

En la actualidad, las luchas sociales han alcanzado una visibilidad sin precedentes. Movimientos antirracistas, feministas, LGBTIQ+, ambientalistas, y muchos otros se han fortalecido, adquiriendo una relevancia crítica. No obstante, es común que estas luchas se perciban como separadas o, incluso, contradictorias con el objetivo comunista. El activismo «identitario» o «sectorial» (WOKE según el lenguaje de la Extrema Derecha) que ha ganado fuerza en los últimos años, pone el foco en la opresión concreta de los grupos más vulnerables. Si bien tiene un mérito indiscutible, su desconexión de las estructuras de clase y de la lucha económica más amplia puede, inadvertidamente, desviar la atención de la verdadera raíz de las desigualdades: la propiedad privada de los medios de producción y el individualismo que este fomenta.

Las luchas identitarias son respuestas legítimas al sufrimiento cotidiano de sectores marginados. Sin embargo, al centrarse únicamente en las identidades sin reconocer cómo esas identidades son producto de una estructura económica específica, corren el riesgo de quedarse en el terreno de lo superficial, sin cuestionar la base misma del sistema que perpetúa todas las formas de opresión.

Es ahí donde la intervención comunista se vuelve crucial: no para deslegitimar o competir con esas luchas, sino para abrazarlas, orientarlas y ayudar a los activistas a comprender cómo sus luchas específicas están entrelazadas con las luchas de clase. Como bien señaló Karl Marx, las opresiones particulares —sean raciales, de género, o de cualquier otra índole— son siempre reflejo de la estructura económica que las sustenta. Combatir la explotación capitalista y la propiedad privada de los medios de producción es, por lo tanto, la única vía para erradicar todas las formas de opresión y liberación verdadera.

El Deber Histórico: No Esperar el Momento Propicio

Muchos pueden pensar que el contexto actual no es el adecuado para avanzar en una conciencia comunista global. Las luchas parecen fragmentadas, el capitalismo sigue siendo hegemónico, y el avance hacia una sociedad socialista parece lejano, casi utópico. Pero esta es precisamente la trampa del capitalismo: hacernos creer que el cambio es imposible, que nunca es el momento adecuado para la revolución.

El momento ideal para la lucha no existe. Es más, el capitalismo está diseñado para evitar que los movimientos de cambio se organicen de manera eficaz. El sistema se adapta, cambia de forma, y perpetúa sus mecanismos de opresión de manera cada vez más sofisticada. Por lo tanto, nuestra tarea es ser constantes. La lucha comunista no es cuestión de esperar un momento propicio, sino de estar siempre presentes en el terreno de las luchas cotidianas, con una estrategia clara y la conciencia de que todo es parte de un proceso de transformación más amplio.

Como bien señaló el filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel, la historia avanza primero como tragedia, luego como farsa. El capitalismo, en su fase neoliberal, es la farsa de un sistema que promete igualdad y prosperidad mientras perpetúa la desigualdad y el despojo. Sin embargo, no es una farsa invulnerable. La tarea de las comunistas es romper esa farsa, integrar las luchas parciales y ofrecer una perspectiva integral, que permita a las diversas luchas sociales reconocer la necesidad de abolir la propiedad privada y establecer una economía orientada hacia la satisfacción de las necesidades humanas, no hacia la acumulación de capital.

El Papel de los Movimientos «Intermedios» y la Educación Política

Los movimientos «intermedios» —aquellos que luchan por reformas dentro del sistema actual sin cuestionarlo en su totalidad— son esenciales para la construcción de una conciencia de clase. La clave no es rechazar estas luchas o verlas como algo secundario, sino intervenir de manera constructiva, ofrecer una dirección estratégica que vincule las demandas inmediatas con el objetivo final de abolir el capitalismo.

Por ejemplo, el feminismo puede exigir igualdad de género dentro del marco capitalista, pero las comunistas deben ayudar a comprender que la verdadera igualdad solo será posible cuando se eliminen las relaciones de propiedad que hacen de la mujer una mercancía dentro del mercado laboral. La lucha antirracista debe reconocer que el racismo no es solo una cuestión cultural o ideológica, sino una construcción que está fuertemente atada a la explotación económica de las clases trabajadoras negras.

Es aquí donde la educación política juega un papel fundamental. Debemos ser agentes de cambio que ofrezcan claridad sobre las raíces materiales de las opresiones y que construyan alianzas en todos los espacios posibles. La conciencia de clase no surge de manera automática, sino que debe ser cultivada en la lucha cotidiana, y las comunistas deben ser los faros que guían esa lucha hacia su objetivo final.

Además, al cumplir el papel de orientación de las luchas hacia la base que consideramos clave —la propiedad social de los medios de producción de la que surgen las desigualdades y con ellas las ideologías que las sustentan (machismo, racismo, etc.)— podemos y debemos servir también de punto de encuentro entre aquellos movimientos que, en determinados momentos, pueden llegar a generar fricciones entre sí. Un ejemplo claro de esto es el feminismo y el movimiento queer, o las diferentes ramas del feminismo internacional no liberal. Es fundamental que las comunistas actúen como puente entre estos movimientos, ayudando a establecer un entendimiento común y a superar las tensiones, de modo que la lucha por la igualdad de género, la diversidad y los derechos humanos no se vea debilitada por divisiones innecesarias.

La Constancia en la Larga Marcha hacia la Liberación

La lucha por el comunismo no es solo una tarea de los que hoy se llaman comunistas, es una lucha que pertenece a toda la humanidad. Enfrentamos un sistema que se adapta, se disfraza, y siempre encuentra nuevas formas de consolidar su dominio. Sin embargo, la historia avanza constantemente, aunque de manera fragmentada y caótica. Nuestro deber es estar ahí, no como una reacción ante la crisis, sino como un proceso continuo de construcción, organización y educación.

No hay «momento propicio» para la revolución. La revolución es un proceso que debe empezar hoy, mañana, siempre. Para ello, debemos abrazar todas las luchas intermedias, ayudar a que se conecten con la raíz de la opresión capitalista y, con constancia, construir la conciencia colectiva necesaria para superar el capitalismo y avanzar hacia una sociedad socialista y comunista, donde la propiedad privada de los medios de producción sea abolida para siempre. Y al hacerlo, debemos ser el punto de encuentro para aquellos movimientos que, aunque tengan diferencias, luchan por la misma causa fundamental: la liberación de los oprimidos.

Proletkult.

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