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La democratización pendiente: medios de producción, economía, banca y acceso al crédito

La palabra “democracia” ha sido secuestrada por la ideología liberal para reducirla a un ritual electoral dentro de un sistema que mantiene intactas las estructuras de poder económico.

¿Qué significa realmente la palabra democracia cuando las decisiones fundamentales que rigen nuestras vidas quedan en manos de una minoría que controla los medios de producción, el sistema financiero y la economía?

La democracia política sin democracia económica es una farsa que perpetúa la explotación y la desigualdad y reduce nuestras posibilidades de crecimiento, tanto individual como colectivo, tanto material como intelectual.

Los medios de producción: el núcleo de la falsa democracia

En el capitalismo, los medios de producción —fábricas, tierras, infraestructuras y tecnología— no están en manos de quienes los hacen funcionar, sino de una clase propietaria que se enriquece a costa del trabajo ajeno.

Una democracia real exigiría que los trabajadores fuesen dueños de su trabajo y de las herramientas con las que lo producen.

En un mundo donde la producción es social, su control debería ser social.

Modelos como el de los soviets o, en menor medida, las cooperativas autogestionadas han demostrado que es posible un sistema donde la producción responda a las necesidades colectivas y no a la acumulación privada de unos pocos.

Aún teniendo estas opciones clásicas, la tecnología ha avanzado enormemente y una herramienta como la IA, en manos de la población, podría facilitar un proceso de simplificación y planificación de la producción y el consumo de bienes necesarios.

Sin embargo, el capitalismo ha diseñado un sistema legal, político y cultural que hace parecer “natural” la apropiación privada de lo común.

La economía: planificación frente a mercado caótico

El mercado no es un ente neutral. Es un mecanismo diseñado para priorizar el beneficio privado sobre el bienestar colectivo. La ideología liberal nos vende la idea de que la competencia genera eficiencia, pero en la práctica solo genera crisis cíclicas, desempleo estructural y precarización. Mientras el capitalismo se vanagloria de su “libertad económica”, en realidad impone una dictadura del capital donde la mayoría está a merced de las decisiones de unos pocos.

La planificación económica no tiene porque ser sinónimo de burocracia ineficaz, como el liberalismo quiere hacernos creer. Por contra, es la única manera en la que podríamos garantizar que la producción responda a necesidades reales de la población y a las limitaciones del planeta, en vez de responder a los intereses individuales y a la especulación.

Un sistema económico democrático implica que las decisiones sobre qué, cómo y para quién producir sean tomadas colectivamente, asegurando que el desarrollo tecnológico y productivo no sea utilizado para enriquecer a una élite, sino para mejorar la vida de todos.

Banca y acceso al crédito: la trampa del dinero privado

El sistema financiero es el corazón del capitalismo. No solo porque concentra el poder en los grandes bancos, sino porque a través del crédito determina quién puede desarrollar proyectos y quién queda excluido.

El acceso al crédito no puede depender de la lógica de beneficio de los bancos privados.

En una sociedad verdaderamente democrática, la banca debería ser un servicio público gestionado bajo control social, orientado al desarrollo colectivo, en el que los créditos estarían orientados a impulsar la producción social y la satisfacción de necesidades reales de la población y no la especulación financiera.

Conclusión

La democratización de la producción, la economía y las finanzas no es solo una alternativa al capitalismo: es la única manera de superar el modelo de dominación actual.

Sin la democratización de los medios de producción y el sistema financiero, cualquier democracia es una simulación. La verdadera lucha es por el control colectivo de aquello que nos permite vivir. No hay libertad sin emancipación económica.

Proletkult.

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