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España y la Revolución Social no realizada, por Leon Trotsky

Según el análisis de León Trotsky, España durante la Guerra Civil (1936-1939) representaba una oportunidad histórica para avanzar hacia el socialismo a través de una revolución social. En sus escritos y correspondencias, Trotsky enfatizó que las condiciones objetivas en España no solo hacían posible la revolución, sino que la hacían necesaria para superar tanto al fascismo como al capitalismo. Para Trotsky, la lucha contra el fascismo no podía separarse de la lucha contra el capitalismo, y cualquier intento de limitar la revolución a una simple defensa del orden burgués estaba condenado al fracaso.

Contexto de la Revolución Española

Trotsky observaba que en 1936, España compartía muchas similitudes con Rusia en 1917. Era un país profundamente dividido por contradicciones internas, con una clase trabajadora urbana altamente organizada, una población campesina oprimida y un estado burgués débil y en crisis. Esta situación, caracterizada por una acumulación de tensiones sociales, había llevado a que las masas trabajadoras, especialmente en regiones como Cataluña y Aragón, tomaran medidas revolucionarias espontáneas: la colectivización de fábricas, la expropiación de tierras y la organización de milicias obreras para resistir tanto al fascismo como a las vacilaciones de la burguesía republicana.

Desde la perspectiva de Trotsky, esta efervescencia revolucionaria en España era una manifestación clara del desarrollo desigual y combinado. Aunque España era un país predominantemente agrario, en el que las formas de explotación capitalista coexistían con relaciones semifeudales, la clase trabajadora había comenzado a asumir tareas revolucionarias de manera directa. Al igual que en la Rusia zarista, se estaban combinando elementos avanzados de la lucha de clases con estructuras arcaicas de opresión. Este proceso de desarrollo combinado, según Trotsky, creaba las condiciones para una revolución socialista.

La Necesidad de una Revolución Socialista

Trotsky argumentó que la única manera de derrotar al fascismo en España era a través de una revolución socialista. La expropiación de la burguesía y la toma del poder por la clase trabajadora no solo eran posibles, sino indispensables para garantizar el éxito de la revolución. En sus escritos, Trotsky fue particularmente crítico con los líderes del Frente Popular, que incluían tanto a republicanos burgueses como a reformistas del PSOE y el Partido Comunista. Estos dirigentes, según Trotsky, estaban limitando deliberadamente el alcance de la revolución al negarse a llevarla hasta sus últimas consecuencias.

Para Trotsky, estos líderes cometieron un error estratégico fatal al intentar preservar el orden burgués y rechazar la revolución socialista. En lugar de apoyarse en las iniciativas revolucionarias de las masas —la colectivización de fábricas y tierras, la formación de comités obreros y campesinos, y la organización de milicias—, los líderes republicanos y estalinistas optaron por una alianza con la burguesía. Este enfoque, según Trotsky, socavaba la capacidad de las fuerzas obreras y campesinas de luchar eficazmente contra el fascismo. En vez de profundizar la revolución, la estaban frenando.

El estalinismo, desempeñó, según Trotsky, un papel contrarrevolucionario. Trotsky señaló que el Partido Comunista, bajo la dirección de Stalin, priorizó la defensa de la república burguesa por encima de la revolución socialista, reprimiendo a los elementos más radicales, como el POUM y los anarquistas, que intentaban impulsar la revolución hacia adelante. Desde su punto de vista, la traición de estos sectores condenó a la revolución española al fracaso​​.

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La Revolución Permanente y España

Trotsky veía en la revolución española una confirmación de su teoría de la revolución permanente. Al igual que en Rusia en 1917, las tareas democráticas y nacionales (como la lucha contra el fascismo, la reforma agraria y la instauración de un sistema democrático) no podían resolverse en el marco de un sistema burgués. La única fuerza capaz de realizar estas tareas y avanzar hacia el socialismo era la clase trabajadora, apoyada por los campesinos.

La revolución española tenía un carácter «permanente» en el sentido de que las demandas democráticas y económicas de las masas no podían resolverse sin expropiar a la burguesía y transformar el estado. En lugar de detenerse en una etapa «democrática», como lo proponían los republicanos y los estalinistas, la clase obrera debía pasar inmediatamente a la toma del poder y la creación de un estado socialista. Este proceso debía extenderse más allá de las fronteras de España, conectándose con la revolución internacional en Europa. Trotsky insistía en que la revolución en un solo país, especialmente en uno con una economía relativamente atrasada como España, no podría sobrevivir en aislamiento. La extensión internacional de la revolución era esencial para su éxito.

En España, Trotsky consideraba que la burguesía era incapaz de llevar a cabo las tareas democráticas necesarias debido a su dependencia del capital extranjero y su temor a las masas. Por lo tanto, correspondía a la clase trabajadora asumir estas tareas. El error del Frente Popular, según Trotsky, fue subordinar la lucha de clases a la defensa de un estado burgués debilitado y vacilante. La revolución en España solo podría triunfar si rompía con la burguesía y profundizaba la expropiación de los capitalistas, organizando un poder obrero basado en los comités revolucionarios.

El Futuro de la Revolución en España

Trotsky creía firmemente que, si los revolucionarios españoles hubieran comprendido y aplicado correctamente los principios de la revolución permanente, habrían rechazado las alianzas con la burguesía republicana y concentrado todas sus fuerzas en la profundización de la revolución socialista. Esto habría implicado una mayor expropiación de la burguesía, la formación de un ejército revolucionario bajo el control de la clase trabajadora, y la creación de un gobierno obrero y campesino basado en los comités revolucionarios y los soviets locales.

La lucha contra el fascismo no podía disociarse de la lucha contra el capitalismo. Desde la perspectiva de Trotsky, el fracaso en España demostró que cualquier movimiento revolucionario que intente detenerse en una etapa intermedia, buscando alianzas con sectores de la burguesía, está condenado a la derrota. El fascismo no puede ser derrotado dentro del marco del capitalismo; solo una revolución socialista podría garantizar la victoria.

De cara al futuro, Trotsky veía las lecciones de la revolución española como fundamentales. Cualquier intento de detener una revolución en su fase «democrática» o de confiar en la burguesía llevará a la derrota. Las tareas de la revolución en el siglo XXI no se limitarán a los marcos nacionales o democráticos, sino que deberán avanzar hacia el socialismo, basándose en el poder de la clase trabajadora y la movilización de las masas. Las nuevas luchas contra el capitalismo y el fascismo no podrán repetir los errores de España si pretenden ser victoriosas.

Conclusión

Trotsky concluyó que España en los años 30 ofrecía una oportunidad histórica para avanzar hacia el socialismo, pero que esta oportunidad fue malograda por la traición de los líderes del Frente Popular y el estalinismo. Las masas obreras y campesinas ya habían comenzado a hacer la revolución, pero fueron frenadas por aquellos que, como los republicanos y los estalinistas, temían más a la revolución que al fascismo. Trotsky sostenía que solo la profundización de la revolución y la creación de un estado obrero internacional podrían haber llevado a la victoria.

El análisis de Trotsky sobre la revolución española sigue siendo relevante para los movimientos revolucionarios contemporáneos. Las lecciones de España muestran que las luchas contra el fascismo y el capitalismo deben estar intrínsecamente conectadas, y que la única forma de asegurar la victoria es mediante una revolución socialista que trascienda las fronteras nacionales​​.

Proletkult.

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