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El Poder emana de la Propiedad

La afirmación de que el poder emana de la propiedad es un concepto clave para comprender cómo se estructuran las sociedades humanas a lo largo de la historia. Esta idea revela que el control de los recursos, materiales y simbólicos, constituye la base del poder en las diferentes formas de organización social. A través de una exploración histórica, filosófica y política, es posible desentrañar cómo la propiedad no solo ha sido la clave para el ejercicio del poder, sino también cómo su transformación puede ser la vía para la emancipación.

1. Perspectiva Histórica: La Propiedad como Eje de la Organización Social

A lo largo de la historia, las relaciones de poder han estado indisolublemente ligadas a la propiedad. Desde las primeras sociedades agrícolas hasta el capitalismo moderno, la distribución de la propiedad ha definido las jerarquías sociales y las formas de organización.

En las sociedades feudales, por ejemplo, el poder de los señores feudales derivaba directamente de su posesión de tierras, ya que estas eran la base de la producción agrícola y la subsistencia. El control sobre la tierra no solo les otorgaba recursos, sino también la capacidad de dominar a los campesinos que trabajaban en ella. Este modelo de poder se consolidó por siglos, hasta la llegada de la revolución industrial.

Con el advenimiento del capitalismo industrial, la propiedad de los medios de producción –fábricas, maquinaria, tecnología– pasó a ser el principal motor del poder. La clase burguesa, al controlar estos recursos, se convirtió en la nueva clase dominante, desplazando a la antigua aristocracia terrateniente. A través de la propiedad de estos recursos productivos, se garantizaron los medios para acumular capital y ejercer influencia política.

Este patrón histórico también se observa en el colonialismo, donde las potencias europeas, al dominar vastos territorios y recursos naturales, no solo expandieron su poder económico, sino que también impusieron estructuras políticas que favorecían la explotación de los pueblos colonizados. En todos estos momentos, el control de la propiedad material y los recursos ha sido el fundamento de la dominación.

2. Perspectiva Filosófica: Propiedad y Poder como Construcciones Sociales

Desde un punto de vista filosófico, el vínculo entre poder y propiedad se puede entender como una construcción histórica que no es inherente ni «natural», sino contingente. El poder derivado de la propiedad no es algo preexistente en el ser humano, sino una relación social creada a lo largo de la historia.

El filósofo John Locke defendió la idea de que la propiedad surge del trabajo individual aplicado a la naturaleza. Según Locke, el trabajo sobre los recursos naturales otorga derechos sobre ellos, justificando la acumulación y la propiedad privada como algo legítimo y natural. Esta visión liberal fue fundamental para la construcción del capitalismo, pero ignoró las desigualdades estructurales que la acumulación de la propiedad provoca en la sociedad.

No se puede ignorar que el planteamiento de Locke, más que un descuido inocente, podría estar condicionado por los intereses de la clase social a la que servían sus ideas en su contexto histórico. La justificación moral y «natural» de la apropiación de recursos favorecía a quienes poseían ventajas iniciales, consolidando un marco teórico que legitimaba la exclusión de quienes llegaran después. Al ignorar las implicaciones intergeneracionales y las dinámicas de poder inherentes al acceso a los recursos, Locke no sólo falló en prever las desigualdades estructurales que su teoría perpetuaría, sino que contribuyó a cimentar un sistema que normaliza la acumulación como un derecho incuestionable, obviando la inequidad que esto genera para las generaciones futuras y para aquellos sin acceso a dichas ventajas iniciales.

Por su parte, Karl Marx refutó la teoría lockiana. Para Marx, la propiedad privada de los medios de producción no es un derecho natural, sino una forma de alienación. El poder de la clase dominante, según Marx, no proviene de una «naturaleza humana» sino de la capacidad de apropiarse del trabajo de los demás. El proletariado, al no poseer los medios de producción, queda subordinado a una estructura que perpetúa su explotación.

En una línea similar, Jean-Jacques Rousseau argumentó que la propiedad privada es el origen de la desigualdad social. Según Rousseau, fue el momento en que un individuo reclamó un terreno como suyo cuando comenzó la división social, y con ella, el surgimiento de las jerarquías. La propiedad privada, desde esta perspectiva, marca el comienzo de la explotación y de la opresión.

Estas reflexiones filosóficas muestran que el poder derivado de la propiedad no es un fenómeno natural, sino una construcción social que depende del contexto histórico y de las estructuras de poder. Es, por tanto, una relación susceptible de ser transformada.

3. Perspectiva Política: La Propiedad como Base del Control y la Dominación

Desde una perspectiva política, la relación entre poder y propiedad se materializa en las instituciones que protegen y reproducen estas desigualdades. El Estado ha sido históricamente el encargado de garantizar los derechos de propiedad, desde los códigos legales de las civilizaciones antiguas hasta las constituciones modernas. El Estado, en este sentido, no solo regula la propiedad, sino que también asegura que quienes la poseen mantengan su posición de privilegio.

En las democracias liberales, la propiedad sigue siendo el pilar fundamental del poder. El control de los recursos económicos, que incluye la propiedad de grandes empresas, la concentración de capital y el control de los medios de comunicación, permite a las clases dominantes ejercer una enorme influencia sobre las decisiones políticas. El poder económico se traduce en poder político, y las élites políticas son, en muchos casos, las mismas que poseen los recursos.

Sin embargo, los movimientos sociales de carácter socialista, comunista y anarquista han planteado alternativas. Desde la Revolución Francesa hasta las luchas contemporáneas, han propuesto la abolición de la propiedad privada de los medios de producción como una forma de redistribuir el poder y transformar las relaciones sociales. Esta propuesta no solo busca una redistribución de la riqueza, sino también una democratización de los recursos y el poder político.

4. Reflexión: Poder, Propiedad y Emancipación

La relación entre poder y propiedad no es solo un problema teórico, sino una cuestión práctica con profundas implicaciones para la organización social. Al identificar que el poder se origina en la propiedad, se abren caminos para cuestionar y transformar las estructuras de poder.

Alternativas como la propiedad colectiva, la propiedad asociada al uso o la redistribución de los recursos pueden ser vistas como formas de reorganizar la propiedad de manera que empodere a la mayoría y limite las jerarquías sociales. La transformación de la propiedad y su relación con el poder es, por lo tanto, central para cualquier proyecto emancipatorio que busque una sociedad más equitativa.

En conclusión, el poder no es un fenómeno aislado o inherente a ciertos individuos, sino que depende de la propiedad. Cambiar las estructuras de propiedad es una forma de transformar las estructuras de poder, y en esa transformación puede residir la clave para una sociedad más justa y libre de opresión.

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