1. Introducción.
«No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.»
(Marx, Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política)
La idea de «alienación» ha recorrido como un eco persistente toda la historia de los movimientos emancipadores modernos. Desde las primeras formulaciones del joven Marx hasta los debates contemporáneos sobre el fetichismo de las mercancías y la reificación, la intuición de que el ser humano vive escindido de sí mismo, de su trabajo y de los otros, sigue siendo una brújula ética y política. Sin embargo, no siempre se ha comprendido que la teoría de la alienación en Marx no constituye un bloque monolítico, sino que atraviesa un proceso de transformación radical que refleja su propio paso del idealismo al materialismo.
La lectura tradicional, heredera en parte de una interpretación escolástica del marxismo, tiende a amalgamar sin más las distintas etapas del pensamiento de Marx, como si los Manuscritos de 1844, los Grundrisse y El Capital expresaran una única y continua concepción de la alienación. Pero si atendemos al movimiento real de su obra, descubrimos que Marx no solo reescribe el concepto de alienación, sino que lo subordina de manera creciente a una lógica materialista y crítica de las formas sociales específicas del capitalismo.
No se trata ya de pensar la alienación como pérdida de una esencia humana preexistente, sino de comprenderla como producto histórico de relaciones sociales objetivadas, cristalizadas en formas como la mercancía, el dinero y el capital. Esta mutación conceptual no es un matiz secundario: redefine la tarea emancipadora misma. En lugar de buscar un «retorno» nostálgico a una supuesta humanidad originaria, la praxis revolucionaria se plantea como creación consciente de nuevas formas de vida social que superen la autonomización fetichista de las relaciones humanas.
Volver a trazar este desplazamiento —del idealismo al materialismo, de la esencia a la forma social, de la pérdida a la construcción— no es un mero ejercicio historiográfico. Es, hoy más que nunca, una necesidad estratégica: entender la alienación materialista permite pensar una emancipación realista, consciente de que el cambio no vendrá por la mera iluminación de las conciencias, sino por la transformación radical de las condiciones objetivas que las configuran.
En este artículo, nos proponemos recorrer este trayecto, resituando el concepto de alienación en su dinamismo histórico dentro del pensamiento de Marx, para abrir desde ahí una reflexión sobre el horizonte de la emancipación en nuestro tiempo.
2. La alienación en los Manuscritos de 1844
Cuando Marx redacta los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, se encuentra todavía bajo una influencia notable del idealismo hegeliano y del humanismo naturalista de Ludwig Feuerbach. En este contexto, la alienación aparece como el drama fundamental del ser humano: su desposesión de una esencia profunda que debería realizarse plenamente en el mundo.
Marx describe cuatro dimensiones fundamentales de la alienación del trabajador en el capitalismo:
- Alienación respecto al producto de su trabajo: el objeto producido no le pertenece; se enfrenta a él como algo ajeno y hostil.
- Alienación respecto al acto de trabajo: el proceso de trabajo no es libre ni autoafirmativo, sino impuesto, sufrido como un sacrificio.
- Alienación respecto a su «ser genérico»: la actividad productiva debería ser la expresión de su esencia como ser consciente y creador, pero en la producción capitalista se convierte en su negación.
- Alienación respecto a otros seres humanos: las relaciones sociales aparecen como relaciones de competencia, propiedad o poder, no como mediaciones libres entre iguales.
La raíz última de esta alienación, según este Marx temprano, reside en la propiedad privada: es porque el producto del trabajo es apropiado por otros que el trabajador se ve expropiado de su propia humanidad.
Aquí, «humanidad» aún significa algo esencial: un núcleo de capacidades y tendencias naturales que deberían realizarse plenamente en condiciones adecuadas. En este sentido, la alienación es concebida como una «caída» desde un estado potencial más auténtico hacia una existencia deformada por las estructuras sociales.
Aunque esta visión ya contiene intuiciones poderosas sobre la naturaleza histórica y social de las relaciones humanas, todavía conserva un residuo teleológico: la idea de que existe una forma «verdadera» de ser humano que puede y debe ser restaurada.
Este horizonte humanista y normativo será precisamente el que Marx comience a superar en sus investigaciones posteriores, a medida que profundice en la crítica de la economía política y en una comprensión materialista del devenir histórico.

3. El paso del idealismo al materialismo en Marx
El pensamiento de Marx no puede entenderse como un bloque homogéneo, sino como un proceso vivo de transformaciones internas, de rupturas teóricas y de reconfiguraciones críticas. Entre los Manuscritos de 1844 y El capital, Marx realiza un giro decisivo: supera críticamente el horizonte idealista-humanista de sus primeras obras, reformulando la cuestión de la emancipación humana desde una perspectiva materialista e histórica.
Esta transformación no se produce de manera abrupta, sino a través de un movimiento dialéctico complejo, donde las intuiciones tempranas son reelaboradas, desgajadas de su marco idealista y reinsertadas en un análisis histórico-material.
3.1 Crítica a Feuerbach: superando la esencia humana abstracta
El primer gran paso es la crítica a Feuerbach. Aunque Marx le debe mucho —especialmente su orientación hacia lo sensorial y lo práctico—, en las Tesis sobre Feuerbach (1845) ya se distancia abiertamente:
«El defecto fundamental de todo materialismo anterior —incluido el de Feuerbach— es que la cosa, la realidad, lo sensible, sólo es concebida bajo la forma de objeto o de intuición; pero no como actividad sensorial humana, práctica, no subjetivamente.» (Tesis I)
Aquí Marx introduce una noción decisiva: el ser humano no puede ser definido por una esencia fija, sino por su actividad práctica, por su producción histórica y social de la vida.
La «esencia humana» no está detrás de la historia, sino en la historia.
Así, la alienación deja de ser entendida como pérdida de una «naturaleza humana» preexistente para ser concebida como resultado de formas históricas concretas de la práctica social, sobre todo del trabajo y las relaciones de producción.
3.2 La economía política como crítica de las formas sociales
En los Grundrisse (1857-1858) y más tarde en El capital (1867), Marx desplaza el eje de su análisis. Ya no parte de categorías filosóficas generales (esencia, alienación, realización), sino del análisis concreto de las categorías económicas (mercancía, valor, capital).
Este giro tiene una consecuencia fundamental:
La alienación ya no se plantea en términos de conciencia o de subjetividad moral, sino como formas objetivas y necesarias de una determinada organización histórica de la producción.
Por ejemplo, en los Grundrisse, Marx señala:
«Las relaciones sociales son directamente relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas.»
Aquí asoma ya con claridad el concepto de fetichismo: las cosas (mercancías) parecen relacionarse entre sí de forma autónoma, mientras las personas quedan subsumidas bajo esas relaciones objetivadas.
Este desplazamiento culmina en El capital, donde la crítica de la alienación adopta una forma científica y estructural: analizar cómo las relaciones de producción capitalistas generan necesariamente la escisión del ser humano respecto a su trabajo, su producto, y sus propios lazos sociales, sin apelar a ninguna esencia perdida, sino mostrando el mecanismo real que produce esa escisión.
3.3 Del idealismo de la pérdida al materialismo de la forma social
En resumen, el paso del idealismo al materialismo en Marx implica un cambio en la estructura misma del concepto de alienación:
Alienación idealista (1844) | Alienación materialista (Capital) | |
---|---|---|
Fundamento | Pérdida de una esencia humana previa | Producto histórico de formas sociales |
Solución | Recuperar la humanidad alienada | Transformar las relaciones sociales |
Enfoque | Crítica moral/filosófica | Crítica científica/materialista |
Imagen central | Trabajador expropiado de sí mismo | Relación social fetichizada |
Este paso no es sólo teórico: tiene consecuencias políticas directas. La emancipación no consistirá en «redescubrir» al hombre verdadero, sino en crear históricamente nuevas relaciones sociales que eliminen la necesidad de la alienación.
4. El fetichismo de la mercancía: una reescritura materialista de la alienación
En El capital, Marx presenta en las primeras páginas una de sus contribuciones más poderosas y originales: la teoría del fetichismo de la mercancía.
Aquí la alienación reaparece, pero completamente reelaborada: ya no como un drama interior del individuo escindido de su «ser genérico», sino como un proceso estructural, objetivo y anónimo que atraviesa toda la sociedad capitalista.
El análisis comienza con un hecho en apariencia banal: en el mercado, las mercancías parecen tener valor «por sí mismas», como propiedades naturales. Pero Marx demuestra que este valor no es una cualidad física ni técnica del objeto, sino una expresión social de trabajo humano.
«El carácter fetichista del mundo de las mercancías emana del peculiar carácter social del trabajo que las produce.» (
El capital, Libro I, Cap. 1)
Lo que en realidad ocurre es que las relaciones sociales entre los productores de mercancías adoptan la forma de relaciones entre cosas. No vemos relaciones entre personas, sino una danza misteriosa de mercancías que «parecen» obedecer leyes naturales.
Aquí la alienación es un fenómeno objetivo:
- Los productores están separados unos de otros.
- Se relacionan indirectamente a través del intercambio mercantil.
- Sus productos, y por tanto su propio trabajo, se les aparecen como fuerzas autónomas, incontrolables.
Este fetichismo no es una ilusión subjetiva que podría disiparse simplemente «tomando conciencia», sino una apariencia necesaria generada por la forma misma de la producción mercantil generalizada.
Marx subraya:
«La relación social entre los trabajos de los productores aparece como lo que no es, a saber, como una relación social entre objetos. En este proceso, las mercancías parecen tener vida propia, como si fueran sujetos autónomos, mientras los productores quedan reducidos a meros soportes de procesos que ya no controlan».
El fetichismo es, entonces, la forma objetiva que toma la alienación en el capitalismo.
No basta con desenmascararlo ideológicamente: para superar la alienación es necesario abolir las condiciones materiales que la producen, es decir, la producción de mercancías y la división social del trabajo basada en la propiedad privada de los medios de producción.
4.1 Alienación, fetichismo y praxis revolucionaria
Este giro tiene consecuencias estratégicas cruciales:
- La emancipación ya no depende de una «toma de conciencia» individual sobre la alienación.
- Depende de la acción colectiva que transforme las estructuras materiales de la producción y las relaciones sociales.
- La «desfetichización» sólo es posible si se superan las bases mismas que generan el fetichismo.
En este sentido, el concepto de alienación maduro en Marx es inseparable de una concepción revolucionaria de la praxis: no basta con «comprender el mundo»; hay que cambiarlo (Tesis XI sobre Feuerbach).
5. Conclusión: De la alienación esencialista a la alienación estructural
El recorrido de Marx desde los Manuscritos de 1844 hasta El capital revela un proceso de maduración teórica que no suprime la preocupación por la alienación, sino que la reconfigura radicalmente.
La alienación deja de ser entendida como una pérdida de una «naturaleza humana» originaria y pasa a ser concebida como el resultado necesario de determinadas formas históricas de las relaciones sociales, en especial bajo el capitalismo.
Esta transformación implica varias afirmaciones esenciales:
- La alienación es histórica, no metafísica: cambia de forma y de intensidad según las condiciones materiales.
- La alienación es estructural, no simplemente psicológica o moral: no es un «malestar» subjetivo, sino una organización concreta de las relaciones entre personas, mediadas por cosas.
- La superación de la alienación es práctica y revolucionaria: no se trata de recuperar un «ser verdadero», sino de construir nuevas formas sociales que eliminen la necesidad de la escisión.
Desde esta perspectiva, el Marx maduro ofrece una herramienta potentísima para comprender no solo el capitalismo de su tiempo, sino también las dinámicas alienantes de las sociedades contemporáneas.
Anexo: Hacia una actualización de la crítica de la alienación
Si retomamos esta herencia crítica, varias líneas de trabajo se abren hoy ante nosotros:
1. La alienación en el capitalismo digital
En la era de las plataformas digitales, la alienación adopta nuevas formas:
- El trabajo ya no se limita a la fábrica o la oficina, sino que invade la vida entera (por ejemplo, a través de la producción de datos, de la autoexposición constante en redes, del trabajo emocional).
- La producción y el consumo se fusionan: los usuarios no sólo consumen productos, sino que producen valor constantemente (por ejemplo, a través de su actividad online).
- Las relaciones sociales son todavía más mediatizadas por «cosas» (plataformas, algoritmos, métricas), y la percepción de esas mediaciones como naturales o inevitables intensifica el fetichismo.
2. Nuevas formas de fetichismo
Hoy no sólo fetichizamos mercancías: las relaciones sociales detrás de los datos, las identidades digitales y los algoritmos se presentan como propiedades naturales e inevitables de la tecnología misma, reproduciendo nuevas formas de fetichismo.
Se da una apariencia en la que los procesos sociales (que son frutos de trabajo colectivo y de decisiones humanas) parecen efectos inevitables de «lo tecnológico», de «lo automático» o de «lo natural».
La crítica de la alienación debe, entonces, reaprender a descifrar la materialidad oculta detrás de la apariencia de automatización o neutralidad.
3. La emancipación como reapropiación colectiva
Superar la alienación sigue sin ser un problema simplemente «personal» o «cultural».
Requiere:
- Transformar las estructuras materiales de producción y de comunicación.
- Democratizar los medios de producción, incluidos los digitales.
- Reconstruir comunidades y prácticas donde las relaciones sociales puedan ser vividas como relaciones directas, conscientes y libres, no mediadas por cosas.
Esto implica que la tarea revolucionaria sigue plenamente vigente, pero debe actualizarse para responder a las formas renovadas de la alienación contemporánea.