*El colonialismo es un régimen político y económico en el que un Estado explota un territorio ajeno al suyo.

La cuestión colonial y la lucha de los trabajadores suelen verse como temas desconectados. Sin embargo, esta separación es engañosa. Aunque el colonialismo clásico parece haber concluido con la independencia política de muchas naciones, la realidad es que las estructuras coloniales persisten, ahora bajo formas de explotación económica y presión política. Estas dinámicas aseguran que los países colonizados no tomen medidas contrarias a los intereses de las burguesías capitalistas de los países que los colonizaron. La colonización, en este sentido, no ha terminado; simplemente ha cambiado de forma. Esta explotación no solo empobrece a los países periféricos, sino que también provoca crisis sociales, forzando a miles de personas a huir de sus tierras, contribuyendo a los éxodos y migraciones masivas. Por tanto, los trabajadores de todo el mundo deben reconocer que la cuestión colonial está intrínsecamente conectada con su lucha contra el capitalismo global.
Explotación: De la colonización clásica al neocolonialismo extractivista
En el sistema capitalista, los trabajadores son explotados a través de la extracción de plusvalía. El capitalista paga al proletario menos de lo que genera su trabajo, acumulando la diferencia como ganancia. Este proceso de explotación es fundamental para el funcionamiento del capitalismo. Del mismo modo, durante el colonialismo clásico, las potencias colonizadoras extraían recursos naturales y explotaban el trabajo de los pueblos colonizados. Sin embargo, aunque muchos países lograron la independencia política, esta explotación no ha desaparecido. Hoy se manifiesta bajo nuevas formas de extractivismo* y dependencia económica.
*El extractivismo es modelo de explotación económica basado en la venta al exterior de recursos naturales poco transformados.
El neocolonialismo económico se mantiene a través del control de los recursos de los países colonizados, principalmente mediante el extractivismo: la extracción intensiva de materias primas como minerales, petróleo y productos agrícolas. Las multinacionales y las élites locales, en complicidad con los gobiernos de las potencias económicas, mantienen a estos países en relaciones comerciales desiguales que perpetúan la dependencia. En muchos casos, el saqueo de recursos no solo enriquece a los antiguos colonizadores, sino que además destruye las economías locales, obligando a comunidades enteras a abandonar sus tierras debido a la devastación ambiental o al agotamiento de los recursos, creando flujos migratorios hacia países del norte global.
El extractivismo globalizado no solo afecta a los países periféricos, sino que también debilita a los trabajadores en los países industrializados. Las políticas neoliberales, impulsadas por el capital global, han fomentado la deslocalización de industrias, lo que ha creado desempleo en las economías occidentales y ha precarizado las condiciones de trabajo. La explotación de los recursos y la mano de obra barata en el Sur Global sirve para mantener una red de explotación que atraviesa fronteras, beneficiando a las élites capitalistas a expensas de los trabajadores y de las comunidades locales, tanto en el centro como en la periferia del sistema global.
Alienación: La desposesión y la expulsión de comunidades
El concepto de alienación es central tanto para la experiencia de los trabajadores en el capitalismo como para los pueblos que sufren las consecuencias del neocolonialismo. En el capitalismo, los trabajadores están alienados del producto de su trabajo, del proceso de producción y, en última instancia, de sí mismos. Esta alienación surge porque el trabajador vende su fuerza de trabajo a los capitalistas, perdiendo control sobre su tiempo y su vida.
En los países periféricos, la alienación es aún más profunda. El extractivismo no solo aliena a las comunidades de sus tierras, sino también de sus formas de vida y culturas. Muchas comunidades indígenas y rurales se ven obligadas a abandonar sus territorios ancestrales porque las industrias extractivas destruyen sus medios de subsistencia, como la agricultura o la pesca. La desposesión de tierras no es solo económica, sino también cultural y social. La devastación ambiental, junto con la falta de oportunidades económicas, empuja a millones de personas a migrar hacia las ciudades o hacia otros países, principalmente aquellos que dominan el orden económico global.
Este fenómeno genera flujos migratorios que son una manifestación moderna de la alienación en su máxima expresión: comunidades enteras expulsadas de sus hogares, desarraigadas de sus culturas, y forzadas a convertirse en migrantes económicos en busca de una vida mejor. En muchos casos, estos migrantes terminan siendo explotados nuevamente en los países receptores, asumiendo trabajos precarios y mal remunerados. Así, el ciclo de alienación y explotación se perpetúa a nivel global.
Desposesión, extractivismo y migración
El extractivismo y la explotación neocolonial también están vinculados a la desposesión, que es una constante tanto en el capitalismo como en el colonialismo. En el sistema capitalista, los trabajadores son desposeídos de los medios de producción, lo que les obliga a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. En el colonialismo clásico, los pueblos colonizados fueron brutalmente despojados de sus tierras, sus recursos y su libertad. Hoy, bajo el neocolonialismo, esta desposesión continúa de una manera más sutil pero igualmente devastadora.
La extracción masiva de recursos, combinada con políticas económicas que privilegian las exportaciones de materias primas por encima del desarrollo local, condena a muchas regiones a la pobreza. A medida que se agotan los recursos o se degrada el medio ambiente, las comunidades locales pierden sus medios de vida y se ven obligadas a migrar. Este proceso no solo tiene un impacto económico, sino también humano. La migración forzada es un tipo de violencia estructural que surge de la presión del capital global sobre las economías periféricas.
Además, la migración masiva debilita aún más las economías locales, ya que la pérdida de población activa y el desplazamiento de conocimientos tradicionales agravan las dificultades para crear un desarrollo sostenible en estas regiones. En lugar de ser motoras de crecimiento, las comunidades rurales se convierten en zonas de explotación y extracción, vaciadas de su potencial humano y natural, alimentando así el ciclo de dependencia y subdesarrollo.
La importancia de la cuestión colonial para los trabajadores
Entender la continuidad del colonialismo es esencial para los trabajadores, porque las luchas de los pueblos colonizados y de la clase trabajadora están profundamente interconectadas. En ambos casos, una élite capitalista utiliza su poder para mantener a los países periféricos y a los trabajadores en una posición de explotación y subordinación. La causa de los trabajadores no puede ignorar la cuestión colonial, ya que el neocolonialismo afecta directamente las condiciones económicas, sociales y culturales de los trabajadores a escala global.
- El neocolonialismo y la economía global: Las estructuras económicas globales permiten que las corporaciones multinacionales continúen explotando tanto a los trabajadores en los países industrializados como a los pueblos y recursos del Sur Global. La dependencia económica que impide el desarrollo de los países colonizados refuerza la explotación de la clase trabajadora en todo el mundo, y viceversa. Los trabajadores en los países industrializados deben solidarizarse con aquellos que en los países periféricos sufren la explotación extractivista y la desposesión de sus territorios.
- La unidad de los oprimidos: La causa de los trabajadores en los países industrializados está directamente conectada con la lucha de los pueblos que sufren el neocolonialismo. Ambos grupos comparten un enemigo común: las élites capitalistas globales que se benefician de la explotación del trabajo y de los recursos naturales. Solo a través de la unidad y la solidaridad internacional será posible desafiar el orden económico global que perpetúa la desigualdad y la pobreza.
- Éxodos y migración forzada: Los éxodos masivos provocados por la devastación ambiental y económica en los países periféricos son una manifestación de la violencia estructural del neocolonialismo. Los trabajadores deben reconocer que la migración forzada es una consecuencia directa de la explotación capitalista global. Los migrantes que llegan a los países desarrollados a menudo se integran en el mercado laboral en condiciones precarias, formando una parte vulnerable de la clase trabajadora global. Su situación no es distinta a la de los trabajadores locales: ambos son víctimas de un sistema que extrae valor de sus vidas y esfuerzos mientras los desposee de sus derechos.
Conclusión
La colonización, aunque haya terminado formalmente, sigue viva a través del neocolonialismo económico y extractivista que perpetúa la explotación de los pueblos y los trabajadores. Esta situación crea ciclos de desposesión, alienación y migración forzada que afectan tanto a los países del Sur Global como a los trabajadores en las naciones industrializadas. Para enfrentar estos problemas, es fundamental que la clase trabajadora mundial entienda que su lucha contra el capitalismo está íntimamente ligada a la lucha de los pueblos colonizados por la soberanía y la justicia económica.
Los trabajadores deben reconocer que los flujos migratorios, las crisis ambientales y la pobreza extrema son resultado de un sistema global que beneficia a unos pocos a costa de la mayoría. Al unirse en la solidaridad internacional y comprender la conexión entre el neocolonialismo y su propia explotación, los trabajadores podrán enfrentar con mayor eficacia las estructuras capitalistas que los oprimen y avanzar hacia un mundo más justo y equitativo para todos.