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No es Darwin, es Lucha de Clases

El darwinismo social, lejos de ser una teoría científica legítima, es un fraude ideológico diseñado para justificar las desigualdades sociales mediante una interpretación distorsionada de la teoría de la evolución de Darwin. Este enfoque mezcla la lógica mecanicista de la evolución biológica con la noción de libre albedrío humano, dos conceptos completamente antagónicos. Al enmascarar las verdaderas causas de las dinámicas sociales, no solo perpetúa el statu quo, sino que oculta el verdadero motor de la historia: la lucha de clases.

La falacia de la analogía biológica

El darwinismo social se basa en una extrapolación errónea de los principios de la evolución biológica al ámbito de las relaciones humanas. Mientras que la selección natural opera en el mundo biológico de manera mecánica, sin raciocinio ni intencionalidad, las sociedades humanas están determinadas por factores históricos, culturales y económicos.

Este error conceptual reduce las complejidades de la vida social a una lucha brutal en la que «los más fuertes» dominan a «los más débiles». Según esta lógica, las desigualdades sociales serían el resultado de una supuesta «aptitud» natural, lo cual ignora la capacidad humana para transformar conscientemente su entorno. En realidad, el darwinismo social no es más que un discurso ideológico al servicio de quienes buscan justificar su posición privilegiada en el sistema capitalista.

La contradicción del libre albedrío

El darwinismo social incurre en una contradicción fundamental al intentar combinar el mecanicismo biológico con el libre albedrío. Por un lado, argumenta que las desigualdades son inevitables porque responden a leyes naturales. Por otro, culpa a los oprimidos de su situación, sugiriendo que su pobreza o fracaso son el resultado de decisiones individuales.

Esta inconsistencia no es casual. Al eximir de responsabilidad a las estructuras de poder que perpetúan las desigualdades, se blinda ideológicamente el sistema, consolidando los privilegios de una élite que se presenta como «naturalmente superior».

La lucha de clases: el verdadero motor histórico

Frente a las explicaciones pseudo-científicas del darwinismo social, el materialismo histórico ofrece una comprensión profunda de la realidad social. Según el marxismo, no son las leyes biológicas las que explican las desigualdades, sino la lucha de clases: el enfrentamiento entre grupos con intereses opuestos.

La historia demuestra que las sociedades avanzan a través de la confrontación entre las clases dominantes, que controlan los medios de producción, y las clases trabajadoras, que venden su fuerza de trabajo. Esta contradicción, y no una supuesta selección natural, es lo que impulsa el desarrollo histórico, desde las sociedades esclavistas hasta el capitalismo contemporáneo.

Un fraude ideológico al servicio del poder

El darwinismo social no es un análisis de la realidad, sino una justificación ideológica diseñada para perpetuar la explotación y el abuso. Presentar la pobreza, la explotación y la marginación como productos de una inferioridad «natural» exime a las élites de responsabilidad y naturaliza las desigualdades.

Por el contrario, la historia muestra que las sociedades humanas prosperan mediante la cooperación y la solidaridad, no a través de la competencia desenfrenada. La capacidad de trabajar colectivamente para resolver problemas es lo que ha permitido a la humanidad avanzar, desmintiendo la visión darwinista social de la historia como una lucha de «supervivencia del más apto».

Un llamado a la acción colectiva

El combate contra el darwinismo social no termina con desmontar sus premisas falaces; implica construir una alternativa basada en la transformación colectiva. La historia enseña que los avances sociales no son el resultado de una supuesta «superioridad», sino de la resistencia organizada de las clases trabajadoras.

Rechazar el darwinismo social es rechazar la resignación y afirmar que la humanidad tiene el poder de construir un futuro donde la justicia y la igualdad prevalezcan sobre la opresión. Porque las desigualdades sociales no son producto de una ley natural; son el resultado de un sistema que privilegia a unos pocos a costa de la mayoría.

No es darwinismo social: es lucha de clases. Es la resistencia consciente y organizada de los oprimidos lo que puede transformar el mundo. Es el acto de reconocer que no estamos condenados a vivir bajo estructuras de dominación, sino que tenemos el poder colectivo para construir una sociedad donde la dignidad, la solidaridad y la igualdad sean el fundamento de la vida humana.

Proletkult.

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