La propaganda franquista nos ha legado la idea de que el régimen de Francisco Franco transformó España mediante grandes obras de infraestructura, como presas, pantanos, carreteras y sistemas de Seguridad Social. Esta narrativa, repetida durante décadas, buscó justificar la legitimidad del régimen dictatorial presentándolo como un «gran modernizador» que trajo progreso a una España supuestamente paralizada y caótica durante la Segunda República. Sin embargo, un análisis histórico más riguroso revela que estas obras no fueron iniciativas originales de la dictadura, sino proyectos concebidos o iniciados en su mayoría por la Segunda República y continuados por el franquismo como una herramienta propagandística.
Las obras hidráulicas: un proyecto republicano
Uno de los grandes mitos del franquismo es la construcción de presas y pantanos. Durante los años del régimen, se impulsó la idea de que Franco fue el artífice de una revolución hidráulica que garantizó agua y energía para el desarrollo de España. Sin embargo, este relato ignora deliberadamente el papel crucial de la Segunda República en el diseño e inicio de estos proyectos.
En 1933, bajo el gobierno de la República, se aprobó el Plan Nacional de Obras Hidráulicas, un ambicioso programa dirigido por el ingeniero Lorenzo Pardo. Este plan buscaba combatir las sequías, mejorar la producción agrícola y desarrollar energía hidroeléctrica mediante la construcción de embalses, canales y sistemas de riego en todo el país. Fue durante la República cuando se trazaron las bases técnicas y administrativas de muchas de las obras que luego el franquismo se atribuyó. Por ejemplo:
- El embalse de Cijara (Badajoz) y el canal del Bajo Guadalquivir fueron concebidos en los años republicanos.
- Se consolidaron los primeros estudios para aprovechar los grandes ríos españoles, como el Ebro, el Guadalquivir y el Tajo.
La Guerra Civil (1936-1939) interrumpió estos proyectos, pero al terminar el conflicto, el régimen franquista retomó muchos de ellos, adjudicándoselos como propios sin mencionar su origen republicano.
La Seguridad Social: otro legado republicano
Otro aspecto clave en la propaganda franquista fue la creación del Seguro Obligatorio de Enfermedad (SOE) en 1942, presentado como un avance social del régimen. Sin embargo, las bases de un sistema de seguridad social ya habían sido establecidas durante la Segunda República, que en su breve existencia había promovido reformas significativas en este ámbito:
- Se reforzó la legislación laboral, incluyendo la jornada de ocho horas, los convenios colectivos y las primeras propuestas de seguros universales de enfermedad y maternidad.
- Se desarrollaron políticas destinadas a ampliar la protección de los trabajadores y campesinos, incluyendo mejoras en el acceso a la sanidad.
El franquismo simplemente centralizó y amplió estas medidas, pero las integró en un modelo corporativista que subordinaba a los trabajadores al control estatal y eliminaba cualquier participación democrática en la gestión de estos derechos.
Pensar que la Segunda República no habría llegado a estos niveles y los habría ampliado es faltar a la lógica de la Historia.
La propaganda franquista: apropiación y tergiversación
El franquismo no solo se apropió de las obras y reformas de la Segunda República, sino que las utilizó como herramientas de legitimación. Esto no fue un hecho aislado, sino parte de una estrategia propagandística que buscaba borrar el legado republicano y presentar al régimen como el único responsable del progreso en España. Este relato se apoyó en varios elementos:
- Control de los medios de comunicación: Se exaltaban las obras públicas como logros personales de Franco, con inauguraciones grandiosas y discursos que enfatizaban el paternalismo del régimen.
- Educación manipulada: Durante décadas, el sistema educativo español inculcó la idea de que el franquismo fue sinónimo de modernización, omitiendo cualquier mención al papel de la República o a las verdaderas motivaciones de las obras.
- Ocultación del contexto internacional: Muchas de las obras atribuidas al franquismo formaban parte de un proceso de modernización global que España habría seguido de todos modos, independientemente del régimen político.
Franco: un reaccionario, no un modernizador
El análisis histórico deja claro que el golpe de Estado de 1936 y la posterior dictadura franquista no fueron una respuesta a una supuesta ineficiencia de la Segunda República, sino un movimiento reaccionario destinado a proteger los privilegios de las élites tradicionales: la iglesia, los terratenientes y la aristocracia. La República, pese a sus dificultades, representaba un intento genuino de modernizar España mediante reformas sociales, económicas y políticas. El franquismo, en cambio, se limitó a frenar o cooptar esas iniciativas para adaptarlas a su discurso autoritario y paternalista.

Justicia Histórica
La idea de que Franco «hizo pantanos» o creó la seguridad social es una distorsión histórica que forma parte de la narrativa legitimadora de la dictadura. Estas iniciativas fueron concebidas y en muchos casos iniciadas por la Segunda República, que fue un proyecto de modernización truncado por un golpe de Estado y una guerra civil. Reconocer el verdadero origen de estas obras no solo es un acto de justicia histórica, sino también una forma de desmontar los mitos que aún persisten sobre el franquismo. Franco no fue el arquitecto del progreso en España; fue, en el mejor de los casos, un gestor que continuó proyectos ajenos para alimentar su propia propaganda. Ni siquiera hizo los pantanos.