El futuro que quieren ya lo hemos vivido. Todo el mundo debería leer La situación de la clase obrera en Inglaterra de Friedrich Engels (1845). A pesar de la distancia temporal, este texto describe el mundo desregulado y depredador que los capitalistas, hoy disfrazados de «capitalistas-libertarios», desean restaurar. Un sistema-mundo donde la acumulación desenfrenada de riqueza por parte de unos pocos se sostiene sobre la miseria de las mayorías, un escenario de explotación brutal en el que la humanidad se reduce a simple engranaje de una máquina económica insaciable.
El capitalismo, en su máxima expresión de cinismo, se ha apropiado del concepto de «libertad». Lo que antes era una bandera de emancipación se ha convertido, en manos de los reaccionarios capitalistas, en una herramienta de dominación. Al redefinir la libertad, no la entienden como el derecho de los individuos y los pueblos a vivir con dignidad, sino como la capacidad del poder económico para operar sin restricciones. Es una «libertad» que favorece a los explotadores y sacrifica al resto en el altar del mercado.
El secuestro de la libertad
Los capitalistas, sobre las ruinas de la sociedad que han contribuido a destruir, han tomado los conceptos de «libertad» y «libertario» para disfrazar su verdadera agenda. Detrás de su discurso, lo que realmente buscan es la «libertad» de explotar sin límites, de destruir el tejido social y de convertir al ser humano en una mercancía más. Esta última apropiación no es casual: es el intento final de abolir lo poco de humanidad que queda por destruir. Al vaciar de contenido los conceptos que nos unen como sociedad, destruyen también las bases para una resistencia colectiva.
La «libertad» que promueven no es otra cosa que barbarie organizada. No es la libertad para todos, sino para los opresores. Es la abolición de la razón, de la solidaridad, y de cualquier idea de justicia. En su visión, la humanidad debe ser despojada de todo lo que la hace digna: los derechos, las instituciones democráticas y la posibilidad de imaginar un futuro mejor.
La barbarie disfrazada
Cuando observamos a estos «capitalistas-libertarios», lo que vemos no es un proyecto de emancipación, sino un regreso a las formas más brutales de explotación. Ese es el modelo que quieren reinstaurar, un modelo donde los derechos laborales son una molestia, donde el medio ambiente es sacrificable, y donde la vida humana solo importa en función de su utilidad para el mercado.
Por eso, el discurso capitalista del presente no es un avance, sino un retroceso histórico. Lo que pretenden es cerrar el círculo de la humanidad, llevándonos de vuelta a un estado de barbarie, pero ahora bajo el ropaje engañoso de la «libertad». Es una «libertad» que no emancipa, sino que esclaviza; no construye, sino que destruye.
El círculo que se cierra
En su día final, los capitalistas abolieron la razón y se llamaron libertad. Este es el último acto de una ideología que, desde su nacimiento, ha buscado destruir todo lo humano. El capitalismo no solo destruye cuerpos; también destruye el lenguaje, las ideas y las formas de comunicación que nos permiten reconocernos como iguales.
La verdadera libertad no puede existir sin justicia, sin igualdad, y sin humanidad. Cualquier intento de redefinirla fuera de estos principios no es más que una trampa. La «libertad» de los capitalistas es la barbarie; y mientras no desmantelemos ese discurso y su poder, el peligro de regresar a ese abismo seguirá acechando a la humanidad.