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El comunismo y su rechazo histórico al terrorismo como forma de lucha reaccionaria

El terrorismo, entendido como la utilización de la violencia indiscriminada con el objetivo de generar miedo, desestabilización política o presión sobre el poder constituido, ha acompañado distintos momentos de la historia moderna. Sin embargo, desde el nacimiento del movimiento comunista organizado, la posición frente a este fenómeno ha sido clara: el terrorismo no es una vía emancipadora, sino una forma de lucha pequeñoburguesa, desesperada y reaccionaria. Frente a la violencia ciega y aislada, el comunismo propone la organización consciente de la clase trabajadora, la acción de masas y la construcción de poder colectivo.

El comunismo, desde sus orígenes, ha rechazado el terrorismo como una forma de lucha reaccionaria que ni emancipa ni construye poder popular. El camino de la liberación no pasa por la acción desesperada de individuos aislados, sino por la organización política de masas, la conciencia de clase y la lucha colectiva contra el capitalismo y todas sus formas de opresión.

La violencia puede ser parte de la revolución, pero nunca como terrorismo: solo como expresión consciente de un pueblo organizado que toma en sus manos su destino.

Raíces del debate: populistas y marxistas en la Rusia zarista

En la segunda mitad del siglo XIX, la organización Naródnaya Volia en Rusia adoptó el terrorismo individual como método para combatir el zarismo, llegando incluso al asesinato del zar Alejandro II en 1881. Los marxistas rusos, con Plekhanov primero y Lenin después, criticaron con contundencia esta práctica.

  • Plekhanov señaló que los atentados aislados podían destruir individuos, pero nunca el aparato estatal ni las relaciones de clase que lo sustentan.
  • Lenin, en textos como ¿Por dónde empezar? (1901) o La bancarrota de la II Internacional (1915), denunció que el terrorismo individual sustituía la acción de las masas y fomentaba la pasividad del proletariado, que veía a unos pocos “héroes” actuar en su nombre.

El resultado fue claro: el terrorismo debilitaba la organización obrera y desviaba fuerzas de la tarea central: la construcción del partido y el movimiento de masas.

Bibliografía Asociada: Terrorismo y comunismo, por Leon Trotsky

Marx, Engels y la violencia revolucionaria

Marx y Engels siempre distinguieron entre violencia revolucionaria de masas y terrorismo individualista. En la Crítica del Programa de Gotha (1875) y en La lucha de clases en Francia (1850), subrayaron que la violencia puede ser parte de la lucha de clases cuando es ejercida por el pueblo organizado contra la clase dominante.

Pero ambos rechazaron las acciones desesperadas de pequeños grupos sin base social, a las que calificaban de “aventurerismo político”. El terrorismo, al no cuestionar la raíz económica del poder, podía incluso ser utilizado por las élites para justificar represión, restringir libertades y dividir al movimiento obrero.

El siglo XX: comunismo y terrorismo en el marco de la lucha antiimperialista

Durante el siglo XX, especialmente en las luchas anticoloniales y antiimperialistas, surgieron movimientos que recurrieron a atentados o acciones violentas contra objetivos civiles. La posición comunista no fue uniforme en todos los casos, pero sí mantuvo un criterio fundamental:

  • Apoyo a la violencia organizada de masas, como en Vietnam, China o Cuba, donde la lucha armada fue expresión de un pueblo movilizado.
  • Rechazo al terrorismo ciego (bombas indiscriminadas, secuestros, atentados contra civiles), considerado expresión de sectores sin arraigo en las masas.

El movimiento comunista internacional denunció repetidamente el terrorismo como una forma de lucha que favorece al enemigo al criminalizar la resistencia popular y deslegitimar la causa revolucionaria ante las masas.

El terrorismo como forma reaccionaria

Desde un análisis marxista, el terrorismo cumple funciones objetivamente reaccionarias:

  1. Aísla a la vanguardia del pueblo: sustituye la acción consciente y organizada por la iniciativa de unos pocos.
  2. Debilita la conciencia de clase: fomenta la pasividad, ya que se presenta la emancipación como obra de “héroes armados” en lugar de tarea colectiva.
  3. Refuerza al Estado burgués: ofrece pretextos para intensificar la represión y restringir libertades políticas.
  4. Desvía la lucha de clases: desplaza la atención desde la transformación de las relaciones de producción hacia gestos espectaculares, muchas veces mediatizados.
  5. Facilita la moralización de la lucha: facilita que las personas menos politizadas renieguen de la violencia en su totalidad, haciendo más sencillo que asuman la que sufren estructuralmente como mal menor.
  6. Conecta con capas pequeñoburguesas frustradas y no con la clase trabajadora organizada.

En síntesis: el terrorismo no golpea la base material del capitalismo, sino que en muchos casos ayuda a consolidarla.

Experiencias recientes y posición actual

En el mundo contemporáneo, el terrorismo sin proyecto emancipador ha mostrado claramente su carácter reaccionario.

  • No cuestionan la explotación capitalista.
  • Generan división en las masas y refuerzan ideologías reaccionarias (religiosas, nacionalistas excluyentes, criminales).
  • Han sido instrumentalizados por potencias imperialistas como justificación para guerras, invasiones y políticas de seguridad represivas.

Frente a esto, los comunistas mantienen la posición histórica: la violencia solo puede ser revolucionaria si es colectiva, organizada, consciente y vinculada a la clase trabajadora y sus aliados. Cualquier otra forma degenera en terrorismo, y por tanto en un obstáculo para la emancipación.

Epílogo: el cinismo de la falsa neutralidad

La condena comunista al terrorismo como forma de lucha reaccionaria no debe confundirse, en ningún caso, con la aceptación acrítica de la “neutralidad” del orden establecido. Uno de los mayores cinismos de la política contemporánea es el de quienes, en nombre de una supuesta imparcialidad, rechazan cualquier forma de violencia visible mientras son ciegos —o cómplices— de la violencia estructural e invisible que sostiene al sistema capitalista.

Porque el capitalismo es en sí mismo un régimen de violencia: la explotación del trabajo asalariado, la opresión de pueblos enteros, las guerras imperialistas, la destrucción ecológica, la miseria cotidiana de millones. Quien se proclama “neutral” frente a esa violencia sistémica, pero escandaliza su moral ante la respuesta de los oprimidos, no es neutral: está alineado con el poder dominante.

El comunismo, al denunciar tanto el terrorismo individual como el terrorismo de Estado y el terror cotidiano del capital, se coloca en una posición radicalmente distinta. La emancipación no puede basarse en la violencia desesperada ni en el cinismo hipócrita de la neutralidad burguesa, sino en la acción consciente y organizada de las masas para superar de raíz el sistema que genera toda forma de terror.

Proletkult.

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